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Una cortesana es inferior a una amante, y superior a una prostituta. Es inferior que una amante porque vende su amor por beneficios materiales; y es superior a una prostituta porque elige a sus amantes. La cortesana es, en realidad, una mujer cuya profesión es el amor, y sus clientes pueden ser más o menos distinguidos. Puede ser una mujer respetable, a la que alguna relación desafortunada haya llevado al demi-monde (el semi-mundo); puede ser una mujer de origen humilde, cuya única esperanza parece ser su atracción física. Puede ser una actriz que por voluntad propia abandonó sus esperanzas deficientes en el teatro; puede ser simplemente una mujer ambiciosa, en busca de una vida aventurera. Pero sin importar sus orígenes y propósito, cualquiera sean sus otros talentos, la profesión de la cortesana es vender bien sus favores, practicar sus artes personales con habilidad.

El siglo 19 le brindó a la cortesana todas las oportunidades de una edad de oro. En 1815, la caída de Napoleón finalizó una era de contiendas que se había extendido sobre generaciones. Por primera vez en décadas, en realidad siglos, no se convocaba a la juventud francesa para gastar sus energías principales en el campo de batalla y en el mar. Se restauró la Casa de los Borbones bajo la égida de las Potencias Aliadas. Francia tenía libertad para practicar las artes y disfrutar de los placeres de la paz. La Revolución Francesa había tenido lugar solamente veintiséis años antes, y ahora una revolución social estaba cambiando Europa. La clase media no era ahora simplemente el elemento estable de la población. Por primera vez en la historia francesa, disfrutaban de poder, y lo disfrutaban en gran parte por su dinero.

El dinero no era ahora el privilegio de las clases altas, cualquiera podía tenerlo si poseía sentido financiero y determinación. La revolución política había dado origen a sus especuladores, la revolución industrial abrió miles de proyectos para los perceptivos. La revolución social significó que debía tenerse en cuenta a un nuevo estrato de la sociedad. Nuevos mercados y nuevos inventos atrajeron a los empresarios burgueses. Surgió la necesidad del comercio (una nueva clientela demostro un interes incrementado en comidas sofisticadas y en la moda). Se estableció la Prensa popular, la existencia de una nueva audiencia para los teatros y conciertos. "El consumo de obras de teatro es tan grande en la actualidad," escribió Gautier en 1843, "que los dramaturgos no dan abasto.Una de las condiciones de nuestro tiempo es imponer un trabajo continuo, sin respiro o pausa, sobre los artistas y escritores." Surgió un nuevo e inmenso número de lectores para las novelas populares, libros de viajes, y libros de una naturaleza más edificante. A mitad de siglo, la red de ferrocarriles, que se extendía sobre Francia, había cambiado ampliamente los conceptos de viaje, y ofreció oportunidades más interesantes. Fue una pequeña maravilla que el dinero se convirtiera en el leitmotif (motivo principal) de la existencia. En el 1860, Gautier pudo escribir que "la religión del dinero es actualmente la única que no tiene escépticos."

El siglo 19 fue una época de deslumbrantes ambiciosos, y algunas de las carreras más espectaculares fueron las de las grandes cortesanas. La mayoría de ellas, en algún momento, disfrutaban de su propio hôtel , quizás su propio château, sus impecables caballos y carruajes, sus ropas y joyas magníficas, su influencia sobre hombres eminentes del momento. Pusieron su marca en el Bois de Boulogne, en sus palcos del teatro, en Longchamp, Vichy, Baden, a veces mucho más lejos. Constituían una clase separada, una asociación de mujeres extraordinaria. Crearon, en realidad, lo que Dumas fils reconoció en la ficción: fueron las que crearon el demi-monde .

Unas pocas cortesanas ganaron inmortalidad en diferentes formas del arte.

Muchas mujeres famosas eran cortesanas sólo por placer. Entre ellas están Mme de Staël , que fue la amante de una época, y Mme Sand , que fue la amante de otra; Rache l, que llevó una vida turbulenta dentro y fuera del escenario, y Sarah Bernhardt , quien declaró: "He estado entre las grandes amantes de mi época". Hortense Schneider permanece, por sobre todas las cosas, como la intérprete de Offenbach, por más famosa que haya sido su vida privada; y La Castiglione , a quien Cavour envió para seducir a Napoleón III, era un excelente agente político, un ornamento de espléndida belleza del Segundo Imperio, pero no se la puede llamar una fille de joie (muchacha de la alegría).

Si bien mujeres como estas no pueden pertenecer a la jerarquía de la grandes cortesanas, ayudaron a crear el ambiente en el que florecían las cortesanas. Ayudaron a definir el demi-monde en el mapa social; lo reflejaron, a veces, es sus libros, canciones, sus representaciones en el escenario , en su propio estilo de vida.

Manon - Las cortesanas