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Entrevista al maestro Vladimir Vassiliev - junio de 2001 por Agustina Llumá - Revista Balletin Dance de Argentina

El horizonte inquieto de la perfección

Vladimir Vassiliev fue uno de los bailarines rusos más conocidos y admirados en Occidente incluso aunque jamás optó por el exilio durante los años de la existencia de la Unión Soviética. Su trayectoria en el Ballet del Teatro Bolshoi estuvo coronada en la era pos comunista con el nombramiento como director al frente de esa, una de las salas teatrales más importantes del planeta

A fines de abril Vassiliev estuvo en la Argentina realizando las tareas preliminares del montaje de Paganini , obra con música de Sergei Rachmaninov y coreografía de Leonid Lavrovski revisada por el propio Vassiliev.
En julio el Ballet Estable del Teatro Argentino de La Plata, que dirige el coreógrafo croata Zarko Prebil, interpretará esta pieza incluida en el abono de ballet (con las localidades se ofrece el transporte desde Buenos Aires). Los interesados deben comunicarse con la boletería del Teatro: (0221) 429-1733, mayores informes al 0800-666-5151.
El ballet Paganini basado en la vida del célebre violinista y compositor italiano, compartirá el programa con Chopiniana de Chopin-Fokin-Prebil, El Espectro de la Rosa , de Von Weber-Fokin y el pas de deux de La Sylphide de Scheitzerhoffer-Taglioni. Las funciones serán los días 24, 25, 27, 28 y 29 de julio en la moderna Sala Alberto Ginastera del Centro de las Artes Teatro Argentino, (Av. 51 entre 9 y 10).

Balletin dance no perdió la ocasión de entrevistar al artista en La Plata, quien accedió a tratar con esta publicación temas que generalmente rehusa abordar con la prensa, según él mismo señaló con referencia al debate que involucró su apartamiento del cargo de director del Bolshoi, envuelto en una polémica en la que no dudó en denunciar maniobras gubernamentales en su contra.

Vassiliev también accedió a comparar aquel Bolshoi imperial de la era soviética con el actual y repudió la acción cultural del presidente de Rusia, Vladimir Putin.

¿Cuáles fueron los cambios que introdujo en su versión de Paganini ? Lavrovsky había desarrollado dos líneas: al personaje central lo rodeaban los envidiosos y los jesuitas. Por eso hubo críticas en el momento en que se estrenó. Porque se leía en el ballet que todo el sufrimiento de Paganini era a causa de la iglesia y en realidad eso no fue así. Ese fue el momento comunista, cuando el Estado estaba en contra de la Iglesia; hay que entender el momento en que surgió esa obra, por eso 15 años atrás cuando la monté en Roma y Nápoles, quité esa línea. Entonces alrededor de Paganini están todas esas personas que siempre molestan a un artista, pero no incluye a la Iglesia. En este sentido, devino un ballet más abstracto, que muestra el contraste entre el talento y lo que se interpone con el talento. En esta obra Paganini simboliza a todos los grandes artistas: bailarines, artistas plásticos, etc. Hice además dos variaciones nuevas que antes no había. En aquella época en los ballets había mucha mímica, y había una variación que estaba construida toda sobre los gestos del violinista sin baile. Esto era antes, ahora ya no se puede hacer algo así por eso la transformé en una danza.

¿La versión que va a montar en La Plata es idéntica a la de Italia? No. El tiempo hace que haya que cambiarla. Pero por supuesto los cambios no son para alivianar sino para dificultar, para hacerla más compleja. El final no va a ser igual que el que puse allá, va a ser más grandioso. Pocos años atrás cuando lo repuse en el Bolshoi, también hubo muchos cambios, pero lo más importante quedó, porque para mí lo más importante es que quede la base del trabajo de Lavrovsky, coreógrafo de quien sólo ha quedado en el Bolshoi su Romeo y Julieta y este Paganini. Hay otra obra, Noche de Walpurgis pero casi no se da en el Bolshoi (NdeR: en este punto Vassiliev golpea la mesa con las manos). Es muy bueno que pongamos Paganini acá, porque así la dejamos como un homenaje a un gran coreógrafo de mediados del siglo pasado.

Pasando a otro tema, ¿quiénes son los bailarines del Bolshoi de hoy que podría ser el equivalente a lo que en su época fueron usted y Ekaterina Maximova? Siempre se puede comparar. Hay gente que dice 'no, no se puede comparar, es incomparable'. Cada época cambia la estética; todo cambia. Y cada época trae más dificultades. En cada época nosotros recordamos cosas que se habían olvidado antes; las traemos de nuevo al presente. En este momento en el Teatro Bolshoi hay muchos varones buenos, uno de cada dos puede bailar en un ballet como primera figura. Hay también solistas muy buenas o excelentes, muchas. Los argentinos tendrán la posibilidad de conocer a algunas de ellas en las funciones de julio. Sin embargo hoy es más difícil hablar de genios. Antes era más fácil, porque había menos cantidad y más diferencia entre los que eran buenos y los que no, en cambio ahora está todo muy parejo.

¿Su gestión al frente del Teatro Bolshoi le deparó muchas gratificaciones? Muchas. Fueron invitados coreógrafos que nunca habían ido al Bolshoi. Por ejemplo [Pierre] Lacotte, montó La Hija del Faraón, que fue muy interesante. El público y la crítica fueron maravillosos. Nadie había tocado El Lago de los Cisnes en cien años, y yo lo hice al final. Primero sufrí mucho. Después entendí que se volvía a lo que había pasado con Don Quijote en algún momento: 40 años atrás todos me decían que yo había desarmado el personaje de Basilio, que no tenía derecho a cambiar las cosas así, y ahora todos hacen las variaciones mías (se rie), y dicen que es clásico.

¿Su desvinculación de la dirección del Bolshoi, tuvo alguna connotación política, se vio obligado a renunciar? Da. Niet. (Sí. No). Yo ya había anunciado que me iba a retirar en ese momento y así lo hice. Pero finalmente mi alejamiento se trató de un problema de dinero y de política. Cuando yo estuve al frente de la sala no hubo corrupción, no hubo robos, hubo un gran vuelo, hubo grandes giras al exterior, llevamos el ballet a Inglaterra y Estados Unidos. Hubo otro motivo para mi alejamiento del Bolshoi: cuando yo estuve el Teatro Bolshoi no dependía del Ministerio de Cultura, era autónomo, y ahora de nuevo está bajo la órbita gubernamental.

¿Cuáles son los riesgos? Hay gente que no tiene idea de qué se trata el trabajo que uno hace. Hay un dinero que se puede dirigir directamente al teatro y lo toma otra gente que lo reparte en otras cosas. Dirigen algo que no saben cómo dirigir, el ministerio nombra gente en los cargos importantes del Teatro, funcionarios que a ellos les gusta pero al arte no le gustan.

Durante la gestión anterior a la suya los artistas se habían transformado en empleados públicos y eso puede volver a pasar. (Casi a los gritos) ¡Sí! Antes dependían del ministerio, recién un año antes que yo asumiera el teatro pasó a ser autónomo. Luego de mi última reunión con el ministro otra vez tuvieron la idea de juntar todo, para que fuera todo un gran globo cultural. Yo le dije al ministro que esa era una idea tonta, que conmigo eso no iba a ocurrir, por eso hicieron bien en quitarme.

¿Cuál de los últimos tres presidentes de Rusia fue el que más daño le causó al Teatro Bolshoi? Lamento creer que es el último (Vladimir Putin). Esto que hizo ahora es terrible.

Usted ha sido un genial bailarín, director del teatro, coreógrafo, si bien viaja mucho sigue estando en Rusia. ¿Qué nos puede contar de los cambios que hubo en Rusia a nivel cultural tras la desaparición de la Unión Soviética?. Debo reconocer que el (nivel) del Teatro y el arte en general bajo la dictadura era alto. Cuando empezaron con la democracia, con el cambio democrático, el teatro independiente fue muy bueno, mejor, pero el teatro del Estado empezó a estar peor. Yo quisiera que el Teatro más grande de Rusia, el Bolshoi, que es del Estado, esté en el plan del gobierno, como una cosa aparte, autónoma, pero dentro del plan del gobierno. La democracia no fue democracia sino un poco de anarquía. Eso es lo más terrible. Corrijo: por ahí no es lo más terrible pero no es menos terrible que la dictadura; no hay respeto por las leyes, no hay respeto por la propiedad privada y no hay respeto por el pasado próximo. Es una etapa, una época de cambios, de transición, y es muy difícil. De todos modos -como no es de extrañar- el arte, la escuela rusa nuestra, se ha salvado. En todas las épocas difíciles, siempre el teatro, la literatura, el arte, siempre son los únicos que salvan al desarrollo futuro. Eso es lo que ocurre acá en la Argentina también.

¿Cuál es el consejo para las jóvenes generaciones argentinas? El consejo siempre es el mismo: hay que estar poco contento con uno mismo y hay que amar la profesión. No amarse a sí mismo y amar el arte; así va a haber resultados. Entonces cada artista puede mejorar. Lamentablemente en su mayoría los malos artistas piensan que son buenos artistas, todos piensan que son mejores que los otros. Si uno pensara eso, entonces no tendría donde crecer.

¿Usted toda su vida tuvo una autoexigencia demasiado elevada que no le permitió nunca estar conforme con lo que iba haciendo? Da. Nunca estuve contento con lo que hice, con el tiempo; en el momento del ensayo estoy contento, pero el resultado nunca me pareció que era bueno. Sé que podría haber sido mucho mejor. Cada uno debe tener un ideal propio, y lo que ocurre es que uno dice voy a ser como tal, tiene un ideal fuera de sí mismo. A mí nunca me pasó eso, tenía un ideal propio y me imaginaba cómo yo podía llegar a ser; y nunca alcancé eso.

Sería inalcanzable seguramente. Por eso es ideal, porque nunca lo alcanzás, cuando estás más cerca se transforma, es el horizonte; voy caminando, te acercás al límite pero cuando más cerca estás, él más lejos se va, nunca lo alcanzás.