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Enciclopedia de Danza

Breve historia de la Danza Argentina
El tango - Lenguaje tanguero

El lenguaje popular. El lenguaje popular es el que se usó en las primeras letras de corte orillero. Vidart advierte sobre la posible confusión entre orillero y lunfardo, porque en el Río de la Plata se da la errónea tendencia a designar como lunfardo el lenguaje de los suburbios.

Si bien hay expresiones lunfardas adoptadas por el idioma orillero, ellas son en realidad una forma de comunicación entre delincuentes, practicada solo por los iniciados. En Idioma nacional rioplatense, Vicente Rossi, citado por Vidart, sostiene que el lenguaje orillero es el habla caprichosa del criollo de los barrios periféricos. "Y no es cualquier cosa ese humilde nativo -afirma Rossi- ni tan malo, ni tan compadre, ni tan payaso como el sainetero lo presenta; es un hábil juglar en léxico espontáneo, inspirado en su ambiente cargado de giros criollos y de los patúas del continente europeo que hacen allí su primera etapa en la conquista de América, la de la conquista del pan.
El lenguaje del orillero es de su particular inventiva; siempre gráfico, exacto en la alusión; metafórico y onomatopéyico, siempre inclemente en la ironía; y siempre novedoso porque ese orillero es un incansable renovador de su pintoresco léxico".

Vidart, en un irónico párrafo de la ya citada obra, afirma que "el lenguaje popular de Montevideo, de Buenos Aires, de Rosario, sintetiza y sincretiza, con la alquimia propia de las ciudades portuarias, los elementos lingüísticos del hinterland americano, de los patois europeos y de los argots del hampa criolla e internacional y con ellos injerta, pese al espantado vade retro de los académicos, la venerable cepa del idioma de Cervantes. El lenguaje popular trepa, como la savia, de la raíz multitudinaria a la flor de las elites y avanza, como una mancha de aceite, desde las orillas al corazón de las ciudades.

El lenguaje lunfardo. El lunfardo es la forma de comunicación de los delincuentes, sobre todo de los ladrones y proxenetas. Uno de sus principales objetivos es disimular las intenciones de quienes lo practican. Dificilmente ese material humano puede producir una poesía rica, capaz de trascender al gran público. Por eso es valida la distinción que hace Vidart entre lunfardo y lunfardesco. En realidad, lo correcto es hablar de letras lunfardescas, escritas por autores que conocen muy bien el lenguaje y el ambiente, pero que sin embargo no pertenecen a él.

La estructura del lunfardo se nutre de la sustitución de sustantivos, verbos, adjetivos e interjecciones castellanas por términos, a los que se les cambia el significado, provenientes de la germanía, del caló, del italiano y sus dialectos, del francés, del portugués, del inglés, de las lenguas indigenas y hasta de palabras hispánicas a las que se les da un sentido que nada tiene que ver con el original.

Un elemento auxiliar del lunfardo es el vares, o sea la pronunciación de las palabras cambiando el orden de las sílabas: tango es gotán, bacán es camba, viejo es jovie, cabeza es zabeca y así sucesivamente.

Obviamente, este "idioma" no tiene reglas fijas y muestra un enorme dinamismo. La gente del hampa y los internos de las cárceles ensayan continuamente variaciones que, cuando tienen éxito y son aceptadas, se expanden a velocidad vertiginosa.

En Buenos Aires, más que en Rosario y Montevideo, el estilo lunfardesco tuvo importantes cultores en el periodismo, en la narrativa, en el teatro y en la poesia. En este sector, por el traslado de sus obras al tango, destacaron en los primeros tiempos Carlos de la Pua, Celedonio Flores, Bartolomé Aprile, Yacaré, Joaquín Gómez Bas y Julian Centeya.

Esta forma de componer poesía tanguera ha permanecido a lo largo de las décadas y en la segunda mitad del siglo son de destacar las grabaciones de Edmundo Rivero -un apasionado del tema- con milongas y tangos lunfardescos y las obras en verso, prosa y charla de Nyda Cuniberti, Roque Rosito Lombardi, Luis Alposta y Daniel Giribaldi.

El lenguaje culto. Vidart recuerda que los linguistas llaman lenguaje culto al que usan los estratos superiores de la sociedad, con lo que se otorga a la cultura un énfasis clasista. Por eso estima que la denominación es poco acertada y que debería hablarse de lenguaje de las élites, de la intelligentsia, "pues la cultura en su sentido amplio abarca todas las manifestaciones ideológicas y todos los estratos sociales de una nación".

Con ese significado equívoco, "el lenguaje 'culto' no es cosa frecuente en las letras del tango. Trascendida la etapa ingenua de los peringundines y superado el ciclo lunfardesco del cabaret, el tango se convierte en el amplio receptáculo de la inspiracion popular. El lenguaje, pese a ciertas recaídas herméticas se aclara; los temas se multiplican; el funcionalismo cultural se va precisando con definido sesgo. Como el conido mexicano, el tango es ahora un comodín que expresa las alegrias, las tristezas, las inquietudes, las chabacanerias y los prejuicios del pueblo. Las letras cantan a todas las instancias de la complejidad vital; la civilización de masas asoma en ellas su proa maciza y plasma, de modo sumario pero total, una etica, una estética, una sociología, una axiología y una metafísica populares".