Al llegar los españoles a América, advirtieron la extraordinaria afición de los indígenas por el baile, aunque el carácter y el sentido de la danza era puramente ritual. Taquis (baile, en quechua), así llamaban a sus danzas y cantares los indígenas. Entre las más antiguas se encuentran: la Kashua, el Huayno, y el Kaluyo .
Con la formación de las primeras poblaciones, llegaron al país algunos maestros de danza que enseñaron sus bailes a la manerea europea, es así que en el año 1692 ya relatan algunos cronistas la forma en que eran enseñadas las danzas en las misiones indígenas.
De la fusión de esos elementos con otros de origen local, surgieron poco a poco las danzas folklóricas.
Las clases altas tomaron elementos de la campaña y ésta a su vez hizo lo correspondiente. Es así como, por ejemplo, de las contradanzas europeas nacieron Cuadrillas, Cielitos, Carnavalitos, Media Caña, Pericón, etc.
Los salones coloniales contaron en sus primeras épocas con bailes muy picarescos y graciosos, los cuales influyeron sin duda, en la formación de las danzas criollas, las que, en su mayoría, tenían ese carácter.
Pero recién a comienzos del XIX, se habla concretamente de danzas nativas; aunque ya a fines del siglo XVIII se menciona (a veces con otro nombre) el Malambo y el Gato.
Aunque descienden directamente de la raza hispánica que trajo su civilización, sus cantos, sus ritos, sus músicas y sus danzas, todo fue transformándose y las danzas españolas y europeas fueron sufriendo su proceso lento de adaptación, de "acriollamiento" . Está probado que ya en el siglo XVIII se bailaban en América Hispana, danzas que no eran españolas ni indígenas. Así nacieron dentro del país o en los vecinos, muchas de las danzas folklóricas, gestadas colectiva y anónimamente, sin autor o autores determinados. Son las siguientes: