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Enciclopedia de Danza

Acercarse a la danza del vientre, como a cualquier otro tipo de danza surgida del norte de África y de Oriente Medio, requiere una cierta predisposición de espíritu, además de un aprendizaje cultural que pasa en primer lugar por la música. El segundo paso, es romper con el mito y tópico de entender la danza del vientre como un género menor dentro del variado campo de la danza.

A lo largo de la historia, este tipo de baile que varía enormemente de un país a otro y que naturalmente ha seguido un proceso evolutivo a través de los siglos, se ha desarrollado en dos tipos de escenarios: el culto y el popular, el palacio y la calle.

A pesar de las reticencias culturales y religiosas, la danza del vientre puede ser considerada la danza clásica del mundo árabe, puesto que conjuga los estilos musicales y los movimientos de cada uno de los pueblos sobre cuyo sustrato cultural se ha afianzado. Esta danza, íntima e indisocialmente ligada a su música, se diferencia de la occidental en que todos sus movimientos tiene un origen étnico perfectamente definible, es decir, provienen de los movimientos efectuados por las mujeres y los hombres en las celebraciones populares, aunque más estilizados, para lo cual no se requiere más técnica que la que aporta un sentido del ritmo y del movimiento que emerge no de la razón sino del movimiento.

La danza del vientre es una danza que se halla a medio camino entre el folclore y la creación individual, porque si por un lado tiene una estructura básica definida que permanece constante, hay en ella ( al igual que en las estructuras musicales que la acompañan), un componente importante de improvisación que ofrece a la bailarina una amplia libertad para realizar sus movimientos ( estáticos o evolutivos), en un extraordinario equilibrio entre regla y libertad, sujeción y creatividad personal. Es a través de esa improvisación como puede exteriorizar todas sus cualidades expresivas y alcanzar esa exquisitez artística a la que llegan las grandes bailarinas.

Es en una época reciente ( que situaríamos en los últimos veinte años) cuando este tipo de danza ha ido adquiriendo valor por sí misma como creación artística personal e independiente. Hasta hace bien poco las bailarinas salían directamente del pueblo, no tenían escuela. Con la creciente profesionalización, crece también el nivel, la riqueza y la calidad de la danza, cuya categoría artística puede situarse a la altura de una pieza de ballet clásico, reflejando ambas la quinta esencia del pensamiento colectivo. Los avatares de la historia han hecho que la larga evolución de esta danza haya sido un tanto singular, con períodos de auge y ostracismo.

Los primeros elementos identificativos de trazos que pueden considerarse antecesores de la danza del vientre los encontramos ya en las pinturas y esculturas del Egipto faraónico. Las noticias que nos llegan posteriormente datan del siglo I d. C., cuando el escritor hispano romano Marcial describe la curiosidad de la danza de las bailarinas fenicias llegadas al puerto de Gades, que podían mover los músculos del estómago mientras permanecías completamente rígidas.

Con la hégira se producirá una evolución contradictoria. Por un lado se restringe la representación pública tanto de la danza como del canto, mientras que por otro, al mantenerse en las cortes de los sultanes y califas medievales, acusan las influencias de las distintas regiones a las que llega el Islam, desde Irán y Turquía hasta el Magreb y Al Andalus, bebiendo por tanto de sus distintas raíces folclóricas y fusionando cadencias y estructuras. Es en esas cortes, donde la danza constituía junto con la música, la poesía y la pintura, uno más de los refinamientos de los que se rodeaban los gobernantes más cultos, el lugar en que se desarrolla la danza femenina no estrictamente folclórica como un arte de creación. Sin embargo, al finalizar el califato abasí en 1258 y con la radicalización del Islam, algunas de estas manifestaciones quedaron relegadas y empezaron un progresivo declive. En Egipto, al finalizar el período de los mamelucos en el siglo XVI, la danza del vientre empieza a bailarse en locales de reputación dudosa, y al llegar los siglos XVIII y XIX, los únicos que bailaban en público eran hombres disfrazados de mujer y cortesanas. Durante la dominación otomana hace mella el estilo y la moda de Estambul, que potencia el movimiento de las caderas.

Parece que el término danza del vientre se acuñó y popularizó en Francia para denominar el baile de una argelina que se presentó en la Feria Internacional de Chicago de 1888. es en Estados Unidos, ( país donde la llegada masiva de emigrantes árabes y turcos favorece el renacimiento de esta danza, en un nuevo ámbito cultural) donde se llega a la creación de un esquema de baile de duración media que integra los tres ritmos básicos de la música árabe: baladí, taksim y chiftetelli. Este tipo de danza, llamada por convención " de cabaret", puede mezclar pasos de la más variada raíz folclórica y se sirve de acompañamientos musicales especialmente creados para ella que, basándose en canciones populares árabes, siguen el esquema de la danza en tres tiempos: rápido ( introducción con pásos básicos); lento ( se trabajan ritmos prolongados y corresponde a la improvisación instrumental con flauta o laud) y rápido ( donde se vuelven a utilizar los pasos básicos pero con myor dinamismo.

A grandes rasgos y siguiendo con un itinerario geográfico, veremos a continuación las fuentes todavía vigentes de la danza del vientre. En la actual Marruecos, donde el sustrato bereber es muy fuerte, y en el folclore perviven las danzas paganas de trance que, como la Guedra, producen un efecto hipnótico por la monotonía de sus movimientos. La abstracción y simbología del arte bereber se evidencia por los tatuajes y ornamentos de las bailarinas. En Argelis, las danzas de las fellahat ( mujeres campesinas) se reducen a dar vueltas en círculo moviendo las caderas hacia delante y hacia atrás. En Túnez nos encontramos con la más agotadora de las danzas folclóricas, puesto que los rápidos movimientos giratorios de las caderas, realizados de puntillas, requieren un entrenamiento físico especial de resistencia. Podríamos decir que en el Magreb se trabaja sobre todo la parte inferior del cuerpo: vientre y caderas.
Al acercarnos a Egipto se va haciendo más patente la influencia árabe, y la danza concentra sus movimientos mucho más útiles alrededor de tronco. El estilo egipcio es el más conocido y en él se mezclan los movimientos suaves con los rápidos. Su conocida danza del bastón influirá en las danzas femeninas del Golfo, mucho más repetitivas, con simetrías coreográficas tan característica como la del baile donde las niñas llevan en movimientos alternativos sus largas cabelleras de izquierda a derecha. En el Líbano, el ritmo mucho más alegre y dinámico ( al igual que la música) se acerca al ritmo greco- turco. En Turquía, la danza, influida por la música sufí, desarrolla características más espirituales, en las que se potencia el movimiento de brazos y hombros. Estas diferencias, tanto en la estructura musical como en los movimientos, se reflejan también en los atuendos, que varían desde los pesados ropajes bereberes hasta la sutileza de los turcos.


Breve historia de la Danza Oriental
Evolución